lunes, 20 de julio de 2015

LEYENDAS DE PAIJAN

LA LEYENDA DEL CALLEJON DEL DIABLO

Algunos pobladores de Paijan (La Libertad - Perú) dicen que hace tiempo había un callejón que conectaba al pueblo de Paiján con las chacras. A ese callejón se le llamaba el callejón del diablo. Porque todos decían que desde las 6:00 de la tarde, en ese callejón habitaba el diablo, y todos los labradores que trabajaban en la chacra tenían que llegar al pueblo antas de las 6:00 sino el diablo aparecía y les daba un susto horripilante.
Pero un dia un señor que era un labrador, que se iba a tomar vino después de trabajar, se tomó unas copitas de más y se atrevió a cruzar por ese callejón. Por más que todos le decían que no parece por ahí el siguió adelante. Ese señor cuando estaba ya por llegar al final del callejón apareció el diablo. Pero ese señor dijo: que diablo ni que ocho cuartos, vas a ver que ahorita te mato. Entonces el señor saco su escopeta y empezó a disparar.
Cuando el joven se quita la manta y dice: no por favor no me mate por favor. Y resulta que el diablo no era el diablo sino era un muchacho que se ponía una manta y asustaba a la gente, y como las personas salían del susto, dejaban sus cosas tiradas y luego el joven se las robaba.



El tesoro de Paiján
La familia Lizarzaburo  afincada en Trujillo pasaba por aprietos  económicos , comentándolo ello a su compadre un  indio que vivía en Paiján , dicen los relatos  que el indio compadecido  le ofreció ayuda  con el  préstamo de  BARRAS DE ORO , con la promesa  que lo llevaría  a Lizarzahuro  enlomo  de bestia  con los ojos vendados  a su escondite  para que no conozca el lugar, teniendo otros de sus  compromisos  el de no indicar quien lo había dado, por que de lo contrario moriría , Lizarzaburo comenzó a  demostrar  su nuevo signo de  riqueza  por lo que  la policía lo tomo prisionero , al hacerlo declarar dijo que le había entregado las barras de oro,  al dirigirse  la policía a Paiján  con el inculpado  y al llegar a la casa del compadre  encontraron que este  había muerto y lo estaban ya velando.


Dicen que en Paijan (Trujillo - Perú) hace muchos años los labradores que tenían sus terrenos llenos de plantas y árboles, por ello a las 3:00 am les llegaba el agua para regar sus chacras y los labradores tenían que madrugar para poder regarlas.
Había un señor que tenia su esposa y el señor tenia un terreno lleno de árbles de cerezos asi que el señor llamo a su terreno "el cerezo".Un dia cuando ese señor fue a regar sus cerezos, montado en su caballo, escuchó las risas de unos niños. El señor trato de averiguar de donde venían y noto que esas risas salían de una de las acequias que quedaba cerca de allí, cuando el señor se acerco para ver de quien eran las risas, de repente vio a unos niños bien pequeños y bien gringuitos que estaban desnudos bañándose en la acequia.
El señor al ver a unos niños bañandose en la acequia con tanta alegría y a esas horas de la madrugada, salio corriendo del susto. Cuando llego a su casa le contó a su esposa sobre lo sucedido. La señora le dijo que el había visto a los duendes que seguramente estaban felices porque se han llevado el alma de un niño no bautizado. El señor nunca llego a estar seguro de quienes fueron esos niños pero sabia que los vio bañándose en la acequia.



EL POZO DE DON JUAN
Se comenta que a la altura del denominado "cerro campana" al atardecer los que transitaban por esas zonas siempre solían observar que algo dorado se movía por la zona y que cuando se acercaban este objeto que tenía la forma de campana desaparecía de la mirada de sus seguidores. Cierto día un paijanero, llamado Juan, no resistió la tentación y con algunos peones llegó por la tarde al lugar y esperó a que apareciera el objeto brilloso. Cuando eran aproximadamente las 6 de la tarde, como todos los días, atónito vio como salía desde la tierra una campana de oro, espero a que se ocultase para luego ir a excavar y apoderarse del objeto. Dicen que excavó tantos metros que ante el cansancio de sus peones y del mismo terminaron por abandonar el sueño de tener en sus manos el precioso objeto dorado. Desde ese entonces a ese pozo que cavaron los peones se le llamo el "Pozo de don Juan".


EL DUENDE

Hoy son muchas las personas que aseguran y certifican la existencia de El Duende en varios pueblos. Afirman que suele aparecer como un niño encantador que les ofrece ramos de flores de hermosos colores a las jovencitas que deambulan solitarias por el camino y cuando éstas las van a recibir, las atrapa y las rapta para poseerlas.
Otros campesinos dicen que es la figura de un joven de mirada penetrante, atractivo, con sombrero grande y jugando con flores en medio de los bosques siempre buscando engañar a las mujeres enamoradisas, las chicas y a los niños lo que motiva que nunca o permanezcan solos y apartados de sus familiares o conocidos.
Versiones más atrevidas lo describen como un hombre corpulento, cabezón y vestido de taparrabo, el cuerpo seco como las zarzas de los montes, se dice que es capaz de remontar cumbres y lomas sin cansarse, vadear ríos tormentosos y luchar con las tempestades, mover peñascos y resistir como las bestias. Al entrar en acción crece de súbito como los espinazos de los gatos.
Acompañado de un bastón de oro que le sirve de apoyo en los transes difíciles, como cruzar puentes, peñascos. Se dice que toma agua en una concha de caracol,
Duerme en las puntas de las agujas, en los huecos de las tinajas, en los rincones oscuros. Para seguir su elegida, vela en los pajonales, en los aleros de los ranchos, en el filo de las cementeras.
Puede permanecer en los tejados, en la mugre de los gallineros, encima o detrás, abajo o distante de los árboles desde donde vigila las mujeres que le gusta.
Una mujer tocada por el duende se torna irritable, sin sueño e inapetente. Comienza a perder peso. En ocasiones habla y canta, reza y maldice. Llora por causa irreales o ríe ante sucesos funestos. Falta de memoria y con la voluntad debilitada, olvida sus obligaciones, juega a la imitación para terminar huyendo a la serranías más altas, donde danza desnuda. En esta soledad acontece la posesión entre alaridos que estremecen.
Las costumbres tradicionales afirman que si se quiere aplacar tantas maldades hay que poner la contra, en ensalmo que lo destierre. Para ello basta con vestir la escogida con un trapo rojo o colocar en el lugar de los acontecimientos un instrumento melódico. Bautizar de nuevo a la que sufre, conjurar la vivienda; además puede también ahuyentarlo el casamiento de la infeliz, lo mismo que pasarla bajo un anillo que haya llevado un sacerdote, o darle tres tomas de agua bendita cuando corren las estrellas.

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